Veinte Años (I)

A sus veinte años, el mundo ya le parecía demasiado grande como para comérselo de un bocado, así que decidió crear su propio hábitat. Uno donde poder sentirse seguro, donde poder instalarse cómodamente sin ser molestado. Así, su mayor refugio era la música y los libros. Sin música no podía vivir, daba igual el género, cada uno representaba para él un estado de ánimo, un momento del día o una situación concreta. Los libros, su vía de escape a otra dimensión, el sueño de convertirse en Edmundo D'Antés y llevar a cabo su maquiavélica venganza, descubrir el océano a bordo del Nautilus, luchar en Troya junto al Pelida, despertar a las seis de la mañana al lado de Santiago Nasar o ser el lazarillo de Máximo Estrella en su esperpéntico último paseo por Madrid hasta el mismísimo callejón del Gato.
Pero claro, la vida no podía ser sólamente una canción o una historia en la que sumergirse. Cada día, debía enfrentarse a la sociedad, una sociedad que veía difuminada a través del espejo por el que la miraba. Durante muchas horas, demasiadas para él, se veía obligado a socializar con la gente, y eso tenía sus peligros.Y el peligro tomó forma de mujer.

Imagen: Jack Vettriano

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