El Nazareno

Lo llevaron junto a la masa ingente de capirotes púrpuras preparados para salir, ordenados en dos filas, una a cada lado de la calle, ansiosos por comenzar el vía crucis.
Dentro de la ermita, el olor a incienso y cera de velas le provocó un nudo en el estómago, el silencio, sin embargo, se había adueñado de su mente. -"Ya está -pensó- ya está". Tras de mí queda el infierno, el miedo, la frustración. Delante de mí, justo al final del camino que he de recorrer esta noche, el mundo se abre enterito, de par en par, y me lo voy a comer crudo".
El recorrido resultó más conmoverdor de lo que se imaginó. En realidad, si aquella noche fresca de abril recordaba un penitente de causas mayores, ese era él. Así lo sintió y así lo vivió, los pies descalzos en carne viva, el sudor de su frente cayéndole por la cara mezclado con lágrimas de alegría, la saeta del gitano traspasando su alma, como si fuera dedicada a él, y no al paso que llevaba justo delante, las manolas flanqueando su triste caminar, peineta, velo y cirio claro, el himno nacional anunciando el fin del martirio, de un largo martirio........
Así lo imaginé y así lo cuento aquí, para V., con todo mi cariño.

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