Dos Niños
Matilde Baudrix solía caminar entre sueños convulsos y realidades rutinarias, y enfrentaba sus miedos con la vida sentada al borde de un pantalán con los pies colgando hacia el agua. No le gustaba la playa, no le gustaba bañarse, ni siquiera tomar el sol, solo mirar el atardecer caer sobre el espigón mientras los veleros entraban en la bocana del puerto buscando su lugar de descanso.
Casi al anochecer los sentía llegar para acomodarse a su lado, dos niños pelados malamente con una máquina de esquilar ganado, vestidos de una forma sencilla: una camiseta de cuello de saco en tonos grises y vaqueros cortos por la rodilla tristes y usados. Su duermevela le impedía distinguir el calzado, sus caras, su expresión.
Matilde únicamente sentía dos miradas profundas en la espalda, serenas y cautelosas. Sabía perfectamente que algo querían mostrarle, como también sabía que debería descubrirlo poco a poco, sueño a sueño, ola tras ola.
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