Los Zapatos

La principal obsesión de Alex lo consumía leyendo constantemente artículos dedicados al calzado. La opinión era unánime en todos los foros en los últimos tiempos; no solamente las féminas coincidían, los más reputados expertos masculinos se adherían también a la creciente tendencia. Posiblemente no era nuevo, pero ahora incluso se ponía de moda publicar que una de las cosas más definitorias de una persona era comprobar los zapatos con los que salía a tomar cerveza, los que utilizaba para ir al trabajo, a una boda o con los que hacía deporte.
Por eso no dejaba de mirar una y otra vez sus pies desnudos, esos pies desnudos rozando la hierba fresca al pasear en el parque, los mismos pies desnudos en contacto con la arena de la playa, sus perfectos dedos curtidos por el sol, el empeine suave jugando con los charcos en la calle, el mundo sensorial bajo sus plantas.
Ahora debía decidir entre postrarse a la voluntad de las normas establecidas, encerrarlos en una jaula de cuero, de ante, de charol y contentar así a todo aquel que lo mirara, librarse del peso de su obsesión, o continuar fiel a una sensación inocente y limpia.
No hay término medio, Alex.

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