El Viento
Esta es la razón por la que no salgo a la calle, por la que el aire que respiro es infame y sucio. Vivo sumido en el miedo al mundo exterior, permanezco encerrado esperando minuto tras minuto una visita definitiva. Esta es mi historia narrada a grandes rasgos. Sin nombres, sin apenas detalles, mi única conexión con la vida.
Antes no solía ser tan prudente. Es más, mis principios estaban fundamentados en una serie de lecturas y bases cercanas al concepto de "carpe diem", vivir el momento, despertar cada mañana y abrazarme a lo que la vida me pusiera delante de las narices. Aún no sabía cuán estúpido puede llegar a ser el ser humano. Si bien disfrutaba a raudales, mis acciones fueron alejándose de una forma lenta pero segura hacia un final inesperado. Todo ello por el instinto inocente de la frágil convicción de creerme por encima de los acontecimientos.
Una de mis principales aficiones era bajar a la playa a pasear. El contacto de la brisa marina, salada y fría me hacía sentir libre y protegido, cerrar los ojos sentado en la arena me transportaba suavemente a la dimensión tan particular de los sueños proyectados. La piel de gallina, las olas llegando a la orilla a unos metros de mí me hicieron creerme superior al resto de los mortales. Y fue allí, en un solo instante, en una cala olvidada por el turismo invasor, donde sucedió todo.
Aquella tarde el viento azotaba las rocas de una forma brutal, uno de mis paisajes sonoros preferidos, cuando justo delante de mi posición de buda cayó una cuartilla húmeda con unas cifras en clave distorsionadas. El destino estaba poniendo frente a mí el final de mis días, el secreto que llevo conmigo guardado en una frase lapidaria que no puedo revelar.
Ahora se que se acerca y me rodea el cuello, vendrá a por mí para dictar sentencia. Yo soy el primero, después seréis vosotros.
Antes no solía ser tan prudente. Es más, mis principios estaban fundamentados en una serie de lecturas y bases cercanas al concepto de "carpe diem", vivir el momento, despertar cada mañana y abrazarme a lo que la vida me pusiera delante de las narices. Aún no sabía cuán estúpido puede llegar a ser el ser humano. Si bien disfrutaba a raudales, mis acciones fueron alejándose de una forma lenta pero segura hacia un final inesperado. Todo ello por el instinto inocente de la frágil convicción de creerme por encima de los acontecimientos.
Una de mis principales aficiones era bajar a la playa a pasear. El contacto de la brisa marina, salada y fría me hacía sentir libre y protegido, cerrar los ojos sentado en la arena me transportaba suavemente a la dimensión tan particular de los sueños proyectados. La piel de gallina, las olas llegando a la orilla a unos metros de mí me hicieron creerme superior al resto de los mortales. Y fue allí, en un solo instante, en una cala olvidada por el turismo invasor, donde sucedió todo.
Aquella tarde el viento azotaba las rocas de una forma brutal, uno de mis paisajes sonoros preferidos, cuando justo delante de mi posición de buda cayó una cuartilla húmeda con unas cifras en clave distorsionadas. El destino estaba poniendo frente a mí el final de mis días, el secreto que llevo conmigo guardado en una frase lapidaria que no puedo revelar.
Ahora se que se acerca y me rodea el cuello, vendrá a por mí para dictar sentencia. Yo soy el primero, después seréis vosotros.
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