Malditos 39
Podría haber sido un domingo bonito, especial. Uno siempre piensa que cumple años la fecha que coincide con la de su nacimiento, y la festeja, cuando en realidad cumplimos todos los días, y todos los días deberíamos festejar. Luis lo hacía y procuraba hacerlo con alguien, su hijo o cualquiera de sus mil sobrinos; solo era diferente, no lucía nada. Podía caer una botella entre dos en menos de una hora. Mientras, puedo asegurar que nunca lo pasabas mal a su lado. Esa es una de las razones por las que no entiendo que decidiera irse, lo acepto porque no hay más remedio, pero no lo comparto. Ayer, mi edad cambió de 38 a 39 años en un leve movimiento de las 18:59 a las 19:00, probablemente el mismo que él se tomó para marcharse la madrugada de viernes a sábado buscando algún nuevo bar donde alegrarle la vida a los que allí vayan. La botella de Beefeater me la beberé en algún momento a tu salud, tal y como a ti te hubiera gustado, con hielo y fanta de naranja. Brindo contigo allá donde estés.
(In memoriam: Luis Gil Nicolás. Un amigo)
Es infinitamente inmenso el amor que podemos dar a los que deciden marcharse, aunque únicamente podamos demostrarlo respetando su voluntad.