El Sembrador de Palabras

Tiene paciencia para recoger su cosecha. Primero siembra lentamente, un día dos palabras, otro día un largo párrafo, con un poco de suerte, una página completa. Pero no es sólo eso, la siembra consiste para él también en lanzar frases sueltas a lo largo del día, guardarlas en la mente y buscarles el espacio adecuado, en el momento preciso, en su historia perfecta esbozada en la oscuridad, abrazado a su solitaria almohada. Luego tiene que cuidar lo que ha sembrado, desbrozar, quitar malas hierbas, una palabra de aquí, una exclamación de otro lado, un personaje mal descrito, abonar y regar para que el cuento vaya creciendo parejo, fresco y terso. Más tarde querrá ver salir una florecilla en forma de capítulo, aunque no sabrá si en realidad se ha macheado y no sirve, o realmente acabará dando un minúsculo fruto en forma de satisfacción.
La cosecha puede tardar en recolectarse un mes, seis meses, un año, nadie lo sabe, ni siquiera él, conocedor del principio y el final de cada costón del huerto, cada piedra apartada y cada semilla plantada. Aún así, lo más probable es que su trabajo no llegue a ver la luz pública, porque no sea lo suficientemente bueno para ser expuesto en un gran mercado. Eso no le importa, y no le importa por una sencilla razón, el sembrador de palabras hace su trabajo simplemente por amor a él, sin esperar nada a cambio, dejando trocitos de su vida impregnados de noches de insomnio, paquetes de cigarrillos consumidos, mucho más café y algún que otro ron robado en cualquier sueño a un barco recien llegado de las Indias, esperando como Penélope el renacimiento de Itaca, el amor imposible que nunca llegará, sin dejar de pensar en una nueva historia por sembrar.

2 Response to "El Sembrador de Palabras"

  1. Anónimo says:

    LLEGARAS DONDE TU QUIERAS LLEGAR.......ERES AFORTUNADO...UN BESO.

    Mi meta está simplemente encaminada a sembrar palabras, la mejor recompensa es ser leído. Muchas gracias

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