La Víbora y el Cariño
Siempre está al acecho, se vuelve en décimas de segundo y su picadura es mortal. Unas especies más que otras, algunas te liquidan en una hora, otras no te matan, pero te dejan roto, patidifuso, sin color en el rostro, escocido de cojones.
En realidad, no es más que una coraza, el vestigio de las cotas de malla medievales, cosidas a medida del cuerpo, ceñidas a cada centímetro del corazón, colocadas con mesura para tapar los descosidos, disimular hondas cicatrices imposibles de autocicatrizar.
Hay un método para vencerla, tan simple como el cariño. Cuando aparece el cariño, la víbora se vuelve más peligrosa que nunca, porque no entiende la dimensión de una palabra amable, de una caricia sin esperar nada a cambio. No está acostumbrada a ello, sólo advierte doblez en su antiguo dolor, cree imposible que exista algo que penetre por la rendija casi impenetrable de su coraza, y ataca sin razón, a lo loco, desconcertada, desvalida.
Y no hay vuelta atrás, no tiene más remedio que dejarse llevar, porque en el fondo sabe de la ausencia de peligro. Le costará tiempo y sufrimiento. Pero el cariño es paciente, desinteresado, constante, y al final saldrá vencedor......antes o después.
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