La Mecedora
La sala de cine es amplia, con butacas supuestamente rojas forradas de terciopelo bastante mullidas. Estoy solo esperando que comience la película. Decido recostarme en el rellano que separa las filas inferiores de las superiores. Luz de sala fuera, oscuridad total. Una puerta lateral, justo debajo de la pantalla, se abre y deja entrar una especie de rayo blanco y nítido. Entra una mujer embarazada. Camina torpe y cansada, respira hondo rítmicamente. Se acerca hacia mí y se sienta entre mis piernas ligeramente arqueadas. Apoya su cabeza en mi pecho, extiende sus brazos en mis rodillas hacia abajo. Desparece el rayo de luz; en la pantalla gigante, Benedetti recita poemas en alemán a una puta en un sucio y tenue burdel porteño. El peso de la cabeza de la embarazada hace que comience a respirar hondo para poder llevar el suficiente oxígeno a mis pulmones. Se mueve acompasadamente, soy una mecedora humana. El relax se apodera de los dos, hemos sincronizado tres respiraciones. Pongo mi mano en su barriga oronda. Tic.....tac, tic....tac.
Hay unos ojos familiares posados contínuamente en mí, están claramente irritados. Yo guiño el izquierdo. Hoy gano yo................
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