El Viajero
MAX .- ¡Mala Polonia recibe a un extranjero!
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Ha entrado en la cueva un hombre alto, flaco, tostado del sol. Viste un traje de antiguo voluntario cubano, calza alpargates abiertos de caminante y se cubre con una gorra inglesa. Es el extraño DON PEREGRINO GAY, que ha escrito la crónica de su vida andariega en un rancio y animado castellano, trastocándose el nombre en DON GAY PEREGRINO.-Sin pasar de la puerta, saluda jovial y circunspecto.
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Ha entrado en la cueva un hombre alto, flaco, tostado del sol. Viste un traje de antiguo voluntario cubano, calza alpargates abiertos de caminante y se cubre con una gorra inglesa. Es el extraño DON PEREGRINO GAY, que ha escrito la crónica de su vida andariega en un rancio y animado castellano, trastocándose el nombre en DON GAY PEREGRINO.-Sin pasar de la puerta, saluda jovial y circunspecto.
DON GAY.- ¡Salutem plurimam!
LUCES DE BOHEMIA (Escena II) Ramón María del Valle Inclán
LUCES DE BOHEMIA (Escena II) Ramón María del Valle Inclán
El viajero llega a los lugares de reposo, a las estaciones fijas, como si se hubiera marchado el día anterior. Hace un repaso rápido por si algo ha cambiado. Casi todo sigue en su sitio, anclado en una imagen de meses, quizá de años atrás. Sin embargo, rápidamente observa que son las personas y no los lugares los que evolucionan por el mismo paso del tiempo. No compartir es lo que duele, lo que acaba por despegarle de los puntos humanos. Al fin y al cabo, regresa por ellos. Lo triste del asunto, tan sólo recuerdos es lo que acaba uniendo, y los recuerdos están bien en la cabeza y en el corazón, pero nada más.
El viajero va perdiendo, muy despacito, sin apenas darse cuenta, los puntos de amarre en puertos de costumbre. Si no los cuidas diariamente, se van oxidando. Se mantienen con la misma forma, el mismo aspecto exterior, pero no es así. La herrumbre se apodera como una plaga hasta hacerlos inconsistentes, los desintegra hasta hacerlos desaparecer.
Llega un punto en el que el viajero pierde fuerzas para seguir viajando, y sólo tiene una maleta, años encima esparcidos como ceniza de un cadáver, restos de su furtiva memoria agujereada por el pájaro carpintero del tiempo, la soledad como única compañera y mil puertos estériles comidos literalmete por la arena fina e incisiva del olvido.
Imagen: Ernesto Guevara y Alberto Granados
Me encanta, me gusta tantísimo lo que dices y cada vez me gusta más cómo escribís.
Me siento totalmente identificada con la descripción. Todo cambia, y el dolor de no formar parte de ese cambio. Y que nadie te olvide, pero que sólo les pertenezcas en el tiempo y el recuerdo. No sé qué es peor, si no olvidarte o que se acostumbren a que no estés.
Que bueno volver a plantarme en Estación Sur y volver a sentirme como en casa, y es que hay lugares compañero, en los que el viajero quisiera echar raíces, aunque su propio ser aventurero se lo impide. Me encantó el relato, y la foto del mítico viaje de Ernesto por América Latina tiene tanto corazón...