La Estación

Fue mi primera sensación. La segunda, una oleada de calor tan típica de las cinco de la tarde en el sur. Contemplaba las calles, la gente caminar, como si fuera la primera vez que pisaba el suelo patrio después de un largo exilio. En realidad, parecía un turista más.
No encontramos un café abierto donde pudiéramos fumar hasta casi llegar al jardín de Floridablanca, estuve hasta por preguntarle si conocía alguno. Entramos, dejé el macuto y la cazadora encima de una silla, la gorra encima de la mesa. Pedí una infusión para ella y un agua fría para mí.
Nos sentamos a conversar, nos dimos la mano, acariciamos nuestras caras, y acabamos besándonos. Ese beso, nuestro primer beso, dulce e inocente, a pesar de nuestra edad, aunque nunca se es lo suficientemente mayor para experimentar un primer beso de esas características, me devolvió a una extraña juventud que anhelé durante muchos años.
Pedí la cuenta, y la mirada del camarero confirmó mi sospecha. Sí, realmente me convirtió en un extranjero más, en alguien que viene de visita por primera vez a un lugar al que no pertenece. Así que me aferré a mi pequeño mundo, me aferré a ella como si no tuviera nada más en la vida, salvo su mano, su cara, su beso.
Imagen: Claude Monet
Una boina gris asciende los peldaños que lo llevan a la Vía 1. La parsimoniosa sonrisa se va abriendo paso entre la gente...Y se deja abrazar.
Después, entre el humo compartido, roza su cara...Y se deja acariciar.
Me gusta saber que vueleves a sentir mariposas,como cuando tenias 15 años,como cuando tu primer amor...TKM