Estación Sur

A Xavi Monfort el médico le recetó calma total y absoluta, reposo del sofá a la cama y de la cama al sofá; si no le hacía caso, la medicación no le haría el efecto deseado en el tiempo estipulado, y su recuperación se retrasaría y, quizás, hasta corría peligro de no sanar del todo. –“Las cosas de la cabeza son muy delicadas- le decía el matasanos -conviene no precipitarlas”-.

Asi que el pobre Xavi pasó los dos primeros meses cumpliendo a rajatabla la prescripición facultativa. Cambió radicalmente sus costumbres habituales, y se lanzó al sofá como quien se zambulle en la piscina, del sofá a la cama, de la cama a la ducha. Paquetes de cigarrillos consumidos, películas una detrás de otra desfilaban ante sus ojos, la biblioteca consumida con un apetito voraz. Una semana, dos semanas, tres semanas, un mes, otro mes.

Entra en juego el principio de desesperación. La cabeza no se cura dejando morir el resto del cuerpo. El “solo” está en un rincón acechando, partiéndose de la risa, extiende su tela de araña y ya estaba a punto de devorar una nueva víctima para su colección cuando surge una idea, una luz al fondo del pasillo, una ventana abierta cuando Xavi encontraba todas las puertas cerradas con el pestillo pasado por fuera.

El “solo” se derrite de la rabia mientras el señor Monfort instalaba su remo portátil justo en medio del despacho. Hoy comezaremos con cien brazadas y escucharemos a John Boutté, con su voz cálida y aterciopelada de New Orleans, quién sabe mañana, nos guiaremos por el ánimo con el que nos levantemos. Xavi habla consigo mismo en primera persona del plural, así aisla al “solo”, se construye un mundo imaginario paralelo en el que desaparece el tedio. Doscientas brazadas, la Traviata, la versión de Villazón y Netrebko, le encanta esa química especial entre la pareja.

Así pasa otra semana, y otra, y otra, otro mes más. La recuperación comienza a hacerse patente, la combinación mente y cuerpo lo hace resucitar.

Xavi Monfort ya tiene vida nueva, el “solo” se retuerce en la oscuridad………