El Pan y la Sal

Hay veces que se puede perder el pan y la sal, sin intención ninguna, sin mala fe; generalmente les pasa a personas que se lo pueden permitir. Eso le pasó a Sarita, una pizpireta muchacha bien plantada, con una sonrisa tremenda y unos ojos azules que hacían perder el sentido. Para ella, chasquear los dedos y dejar cuellos masculinos afectados de tortícolis era cuestión de proponérselo, le salía natural como natural era ella en sí misma, porque, además de ser bella físicamente, su carácter era de una dulzura inusual; sencilla y directa en sus acciones, conservaba el aura de inocencia de una chavala de quince años saliendo del cascarón.
Esa mezcla resultaba, sin embargo, una bomba que le explotó en las manos en más de una ocasión, porque, a menudo, más a menudo de lo que ella hubiera deseado, se había convertido en juguete para hombres sin escrúpulos, crápulas de la noche en busca de un trofeo bonito para adornar las vitrinas del ego masculino.
Sarita tan sólo quería ser tratada con cariño, con el mismo afecto y cuidados con los que ella se prodigaba.....¿acaso era tan difícil?, ¿es que no iba a existir ningún hombre bueno en la capa de la tierra?....¿habían desaparecido acaso los caballeros?, pero no esos que se hacen llamar caballeros porque te abren la puerta del coche o pagan la cuenta durante el primer mes para impresionar, no esos que te encandilan con discursos sacados de cualquier película de Nora Ephron para luego desaparecer, sino los que demuestran cada día el movimiento andando. Pues nada, no había manera, sólo tenía un amigo al que todo le contaba, le servía de confidente y de apoyo, lloraba con él cuando había que llorar, y reía del mismo modo si procedía, le tenía un cariño inmenso, disfrutaba de sus bromas y sus caricias, caricias sin preocupación de sentirse manejada, suelta como con nadie experimentaba. El era su refugio y su sustento.
Entonces llegó su enésimo príncipe de cuento de hadas del siglo veintiuno, una marabunta de sensaciones atrayentes para sus sentidos. Sin ser extremadamente guapo, se quedaba en muy atractivo, más bien sexy, eso sí, sexy es la palabra perfecta, la cameló en un par de horas, la trató bien, la llevó a cenar y ella descubrió un potosí en esa figura. De esa clase de bohemia de chalet con la que todos los hombres soñamos, sin un duro al final de mes, no por no ganarlo, sino por gastarlo todo en viajes, fines de semana y excursiones varias, en disfrutar de la vida (eso ahora lo llaman bohemia). La enamoró de igual forma que ella enamoraba a los hombres, con ese chasquido de dedos, con esa facilidad innata que dan los genes, una buena educación y carrera en la vida. Había encontrado ese hombre...........o la horma de su zapato.
Pero Sarita cometió un pequeño error de cálculo. Cometió la torpeza de acostarse con su amigo del alma, después de una noche oscura plena de problemas desahogados y tequilas mordaces. Por una vez se convirtió en todos aquellos hombres que la utilizaron, porque ella, en su subconsciente, sabía de sobra que él no quería ser tan sólo su amigo. El problema vino cuando descubrió que le gustaba, descubrió el cuidado que puso en cada beso, en cada caricia, en cada susurro, cada vez que entraba en su sexo, con ternura, con expresión de felicidad, con ese amor que tanto había demandado y que se le venía encima como un huracán.
Ahora tenía la duda, toda la vida esperando esto, pero no podía quitarse de la cabeza al príncipe seductor...............sólo el destino escribe el camino final donde residen los sueños o las pesadillas.
Escribo este pequeño cuento mientras suena Bella sin Alma, hay que escucharlo todo, porque cada canción tiene su momento, sólo los cigarrillos consumidos tienen espacio libre en el tiempo....

2 Response to "El Pan y la Sal"

  1. Anónimo says:

    TODAS TUS PALABRAS SON UN DETALLE, TUS DETALLES HACEN EL CAMINO MAS FÁCIL..........ME APASIONAN TUS CUENTOS....UN BESAZO.

    Muchas gracias, en los pequeños detalles se encuentra el secreto de la vida

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